APUNTE BIOGRÁFICO: LEOPOLDO ALAS
“CLARÍN”. EN EL CENTENARIO DE LA REGENTA
Leopoldo Enrique García
Ureña nació en Zamora (ciudad en la que su padre era gobernador civil) el día
25 de abril de 1852. Durante su infancia vivió en diversas ciudades, entre
ellas León. En octubre de 1963 se establece en Oviedo de donde su familia era
originaria. Estudió Derecho Civil y Canónico, doctorándose en 1871 en Madrid,
donde cursó seguidamente Filosofía y Letras.
Desde bien joven empezó
a escribir versos, teatro y relatos. En sus años madrileños frecuentó las
tertulias literarias y el Ateneo, por esa época, junto a sus amigos Tomás
Tuero, Pío Rubín y Armando Palacios Valdés fundó el periódico Rabagás del que sólo salieron tres
números. También de sus años madrileños son sus primeras colaboraciones en la
prensa, el 11 de abril de 1875 estrenaba el seudónimo de “Clarín”, en las
columnas de El Solfeo. Firma que ya
no abandonaría jamás tanto en sus colaboraciones periodísticas como literarias.
Tras diversas oposiciones consigue en 1882 la Cátedra de Economía Política y
Estadística en la Universidad de Zaragoza, siendo, posteriormente, trasladado a
Oviedo.
En 1881 publica su
primer libro Solos de Clarín en el
que recoge diversos artículos publicados en la prensa. Dos años más tarde se
instalará definitivamente en la ciudad asturiana de Oviedo donde había
regresado casado con la joven Onofre García.
En 1884 aparece en dos
volúmenes su novela La Regenta (ahora
las letras españolas conmemora el centenario de esta gran obra literaria)
editada por la Biblioteca “Arte y Letras” de Barcelona. Novela que alcanzó muy
pronto un clamoroso y ruidoso éxito agotándose de seguida la primera edición.
Otra de sus grandes novelas fue Su único
hijo que fue publicada en 1890. Clarín tenía previsto escribir una
tetralogía que vendría a ser la continuación de La Regenta, pero su proyecto se vería truncado por su temprana
muerte.
Leopoldo Alas militó en
el campo republicano siendo seguidor de Emilio Castelar, también fue un gran
defensor del natiralismo. Clarín participó en debates y escribió diversos
artículos sobre este tema. En 1900, por encargo de la editorial Maucci, tradujo
al castellano la novela El trabajo de
Zola. Otro de sus escritores más admirados fue Flaubert. Clarín escribió
numerosos relatos y novelas cortas, como dramaturgo escribió Teresa, que sería estrenada el 20 de
marzo de 1895 en el Teatro Español de Madrid por la Compañía de María Guerrero.
Como crítico escribió en diversas publicaciones, tales como: Madrid Cómico, La Ilustración Española y
Americana, La Ilustración Ibérica, El Globo, etc.
Leopoldo Alas “Clarín”
falleció el 13 de junio de 1901 en Oviedo a la edad de 49 años tras una larga
enfermedad diagnosticada de tuberculosis intestinal. Los funerales y el
entierro se vieron concurridísimos, un periódico local, El Corbayón, informaba el día 15: <<Muchos obreros habían
solicitado permiso para dejar los talleres y acompañar el cadáver y, a pesar de
la lluvia que caía a torrentes, llegó compacta la multitud hasta Sanr
Roque.>>
“CLARÍN”
Leopoldo Alas “Clarín”
fue un escritor vocacional, un literato nato, entregado con fervor a la
creación literaria. Ya de adolescente comenzó a escribir versos, relatos,
artículos… las páginas manuscritas de Juan Ruiz (1868-1869) son una prueba de
ello. El teatro fue también una afición juvenil, escribiendo más de cuarenta
dramas (todas perdidas) antes de los veinte años, y se las declamaba a él
mismo. En un ateneo estudiantil (según cuenta Armando Palacio Valdés) ovetense
estrenó “Clarín” una obra de cariz histórico, El cerco de Zamora. Algunos de sus versos quedaron esparcidos por
diversas publicaciones asturianas, pero Clarín no destacaría precisamente como
poeta ni como dramaturgo, él mismo en 1887, en su libro Apolo en Pafos, manifestaría haber prescrito sus delitos poéticos.
Esa especie de sarampión adolescente y juvenil por los versos y el teatro irían
dando paso al creador en prosa ya fuese en el campo periodístico como crítico
audaz llena su pluma de sátira e ironía y ya en el campo literario como narrador.
“Clarín” se convirtió en un gran cuentista y autor de novelas cortas con
categoría suficiente para entrar en la historia de la literatura española,
pero, sobre todo, dos novelas, La Regenta
(1884) y Su único hijo (1890), le
convierten sin duda en uno de los más importantes autores españoles del siglo
XIX.
Bibliografía:
Speraindeo (1880)
Solos de Clarín (1881)
La literatura en 1881
(1882)
La Regenta (1884)
Sermón perdido (1995)
Un viaje a Madrid
(1886)
Pipá o el Cura de
Vericueto (1886)
Cánovas y su tiempo
(1887)
Apolo en Pafos (1887)
Mis plagios (1888)
Un discurso de Núñez de
Arce (1888)
Rafael Calvo y el
teatro español (1890)
Museum (1890)
Su único hijo (1890)
Un discurso (1891)
Ensayos y Revistas I
(1892)
Tres novelas cortas:
Doña Berta, Cuento y Superchería (1892)
Adiós cordera… (1892)
Ensayos y Revistas II
(1892)
Palique (1894)
El señor y lo demás son
cuentos (1894)
Teresa (1895)
Cuentos morales (1895)
El gallo de Sócrates
(1901)
El siglo pasado
(póstumo,1901)
Proudhon (póstumo,
1912)
Doctor Sutilis
(póstumo, 1917)
Cuentos (póstumo, 1953)
(El Vaixell Blanc, n. 24,
mayo-junio de 1984)
MACHADO
EN COLLIOURE
Una vez más se ha
celebrado en la localidad de Collioure (sur de Francia) la ya
tradicional
conmemoración del aniversario de la muerte del poeta don Antonio
Machado. Muerte
ocurrida en circunstancias tristes y trágicas el día 22 de febrero de
1939. La tumba de
Machado en Collioure continúa siendo lugar de peregrinación para
muchos españoles, nunca
faltan las flores e incluso se ha instalado un buzón donde los
anónimos visitantes
depositan sus misivas ya sea en forma de carta o de poema. Por otra
parte la Asociación
Antonio Machado de la localidad francesa, organiza cada año
diversos actos
culturales y fomenta un premio literario que lleva el nombre del poeta de
Sevilla.
A pesar de que muchas
veces se ha discutido la necesidad o no de trasladar los restos de
Machado a un lugar de
España, posiblemente a Soria donde está enterrada la que fue su
Mujer, Leonor. Parece
que de momento perdura la cordura y los restos de Machado
continuarán en el mismo
lugar que fue enterrado hace cuarenta y siete años.
Machado continúa
siendo, pese a quien pese, un símbolo de la España peregrina: un
recuerdo constante de
la gran tragedia española, de la diáspora republicana.
Durante el pasado año,
concretamente del 29 de septiembre al 15 de octubre ha tenido
lugar en diversos
puntos de España un homenaje a los tres poetas que más sufrieron las
consecuencias de la
guerra civil, como fueron García Lorca, Hernández y Machado;
además, con estos tres
poetas se pretendía hacer un homenaje a todos aquellos que
cayeron fusilados en
las madrugadas, en las cárceles o en el exilio. Precisamente este
año se celebrará el
cincuenta aniversario de la cruenta tragedia española y también el
cincuentenario de la
muerte por fusilamiento de Federico García Lorca.
Antonio Machado no fue
solamente un gran poeta, sino también un gran pensador, su
Filosofía estaba
marcada por una clara sabiduría popular. Él que había surgido del
pueblo, se nutría de
las raíces más profundas del pueblo, su personaje apócrifo, Juan de
Mairena, es la perfecta
representación de esa filosofía popular, éste sabía anunciar
paradojas y sentencias
como ésta: <<Porque el delito mayor / del hombre es haber
nacido.>>
Machado que fue un
hombre realmente bueno <<en el buen sentido de la palabra>>
tuvo que sufrir con una
gran tristeza aquella huida de su patria junto a su madre Ana
Ruiz, su hermano José y
a tantos y a tantos vencidos. El mundo se le vino abajo. En
Collioure, en los pocos
días que vivió, solía contemplar en silencio la inmensidad del
mar y envidiar a los
humildes pescadores del lugar. La enfermedad y la añoranza de lo
perdido <<se
canta lo que se pierde>>, lo acabaron de matar. Dos días de su muerte la
parca se llevó también
a su madre, ambos serían enterrados en la misma tumba. A
Machado le rindieron
homenaje soldados del ejército republicano. En el bolsillo de su
chaqueta americana
encontraron su último verso. Un solo verso: <<Estos días azules y
este sol de la
infancia.>>
(El Vaixell Blanc, núm. 29-30,
marzo-abril de 1986)
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