19/6/19

La huelga de la Canadienses - Rafael Calero- Ferran Aisa

‘La huelga de la Canadiense’, de Ferran Aisa


En febrero de 1919, Barcelona era una ciudad a punto de explotar. El movimiento obrero, que se alineaba de manera mayoritaria con el sindicato anarquista CNT, echaba el resto para conseguir mejoras laborales, subidas de sueldo y otros cambios en la regulación laboral que hicieran que las vidas de los hombres y mujeres que conformaban el proletariado industrial fueran un poco más soportables, mucho menos duras de lo que venían siéndolo desde el comienzo de la Revolución Industrial.
TEXTO: Rafael Calero Palma (escritor y poeta).
A grandes rasgos, este es el tema central de la más reciente obra del escritor, ensayista, poeta Ferran Aisa, La huelga de la Canadiense, publicada por la editorial Entreambos, coincidiendo precisamente con la conmemoración de los cien años de la importantísima huelga que consiguió doblegar a la patronal catalana para que se impusiera la jornada laboral de ocho horas en España, algo que se había convertido en una reivindicación permanente de la clase obrera de todo el mundo desde la segunda mitad del siglo XIX.
Ferran Aisa (Barcelona, 1948) es, sin ningún género de dudas, uno de los más importantes estudiosos del movimiento obrero, en general, y del anarquismo, en particular, de este país y de su ciudad natal, Barcelona. Pocas personas hay que sepan tanto sobre el anarquismo como él, poseedor de un conocimiento enciclopédico sobre el anarcosindicalismo y sobre la Confederación Nacional del Trabajo. Su extensísima obra incluye títulos como Les avantguardes: surrealisme i revolució. (2008), CNT, la força obrera de Catalunya (2013), Dinamita cerebral: cultura, literatura, arte y poesía anarquista (2015), ECN 1. Radio CNT-FAI Barcelona. La voz de la revolución (2017), Viaje por la España franquista, 1969-1970, (2017) o Discurso ácrata, Anarquismo y anarcosindicalismo, teoría y práctica, (2018), por citar tan solo algunas de las obras más recientes, significativas e importantes de su ya longeva carrera.
En La huelga de la Canadiense (La vaga de la Canadienca en su versión original en catalán, de cuya traducción al castellano se ha encargado Griselda García), Ferran Aisa lleva a cabo un estudio pormenorizado de la situación social, política, laboral, económica, cultural del proletariado barcelonés y, por extensión, del de toda Cataluña, en el primer cuarto del siglo XX. A través de las 313 páginas del libro, van surgiendo los nombres de figuras míticas del anarquismo español. Personajes como Ángel Pestaña, Salvador Seguí (El Noi del Sucre, quien por cierto, fue asesinado en la misma calle donde años más tarde nacería y crecería el propio Ferran Aisa, la famosa Calle de la Cadena, en el Barrio del Raval, desaparecida desde el año 2000, cuando fue derribada, junto a otras adyacentes, para construir la actual Rambla del Raval), Josep Negre, Saturnino Meca, Manuel Buenacasa, Joan Peiró, Buenaventura Durruti, Francisco Acaso, Juan García Oliver, y muchos más, quienes con su férreos ideales ácratas, su valentía y su enorme capacidad de lucha contribuyeron a crear un movimiento sindical y revolucionario sin parangón en la Europa de la época. En este sentido, La huelga de la Canadiense relata unos hechos que marcaron un antes y un después en la cronología de la lucha de clases, pues las cosas no volverían a ser nunca las mismas tras los cuarenta y cuatro días de huelga general que paralizaron el sistema nervioso de la industria catalana.
En el libro de Ferran Aisa se hace especial hincapié en la situación de las mujeres dentro del proletariado, y en cómo sus luchas fueron tan importantes como la de los hombres, aunque la mayoría de las veces fueran silenciadas. También el autor destaca la importancia y la influencia que la Revolución rusa de 1917 tuvo sobre el movimiento obrero catalán, a pesar de los matices políticos que diferenciaban a los bolcheviques rusos de los libertarios catalanes.
La huelga de la Canadiense es un ensayo pero se lee como si fuese una novela, pues está escrita con agilidad y su lectura atrapa al lector desde las primeras páginas. Su autor, una de las personas que mejor y más sabe sobre el movimiento libertario y sobre la historia de la CNT, va desmenuzando de una manera amena pero siempre instructiva aquellos lejanos días del siglo pasado, en los que los obreros industriales de Barcelona pusieron contra las cuerdas a la burguesía catalana, tiempos de terrorismo empresarial, de pistoleros contratados por los patronos, de somatén o fuerzas parapoliciales, de despidos masivos, de amenazas y de palizas a trabajadores; tiempos de periodismo obrero (no se puede olvidar la importancia del papel jugado por la prensa anarquista con publicaciones como Solidaridad Obrera, la mítica Soli, que dirigió durante un tiempo el no menos mítico anarquista leonés Ángel Pestaña), de hambre y de dolor, mucho dolor, de cárceles y torturas, pero también de solidaridad y fraternidad, de cajas de resistencia y de ayuda mutua entre trabajadores que no tenían donde caerse muertos, pero que eran capaces de compartir lo poco que tenían sin pedir nada a cambio. Tiempos en los que todo estaba por construirse, y en los que los valores utópicos eran más importantes que los valores en Bolsa.
La huelga de la Canadiense es un libro muy, muy recomendable, un libro riguroso en los datos, repleto de información pero ágil y muy ameno en cuanto a su lectura. Ferran Aisa sigue completando el puzle de una Barcelona que, durante un tiempo, fue la cuna de la vanguardia revolucionaria, una ciudad donde las ideas libertarias se expandieron como el fuego, una ciudad que poco o nada tiene que ver con el parque temático para turistas en que se ha convertido la Barcelona de hoy en día. Si tienes ocasión de leer este libro, no la dejes pasar. La huelga de la Canadiense es un libro tan necesario e importante que, si no existiese, tendríamos que pedirle a su autor, el escritor Ferran Aisa, probablemente el autor que más sabe del tema, que lo escribiera.
Rafael Calero (La Giganta Digital y Rebelión)
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Sin bandera - Luis Vea - Ferran Aisa

Libro Reseñado por Luis Vea

Sin bandera
Ferran Aisa
Calumnia edicions 2016
133 pp.
5 euros




Ferran Aisa es un historiador estudioso del anarquismo y, aunque, el presente libro no tiene motivo ni razón histórica si tiene que ver mucho con el anarquismo, con las luchas sociales, con la reivindicación, con los perdedores -los losers que dicen en EE.UU- los de abajo, la clase obrera, los que todavía tienen esperanzas de cambio. Sin bandera es un poemario de Ferran Aisa. Un libro de creación que emana indiscutiblemente de su razón y estudio del anarquismo. Eso es visible en sus versos pero también lo es en la medida que trasciende sus palabras y se empapa de himnos pasados y presentes.


Es Sin bandera un libro de poemas que no posee una razón común aunque la mayoría de ellos son visibles desde la perspectiva de la lucha social. Los hay que parecen provenir de un tiempo pasado, que nos remontan a un anarquismo militante de principios del siglo XX. Pero también los hay plenamente actuales que hablan de acontecimientos que nos son cercanos: el 15M, las huelgas generales, etc...

Son los versos de Ferran Aisa versos que no buscan la perfección estilística, más bien buscan el mensaje final, la verdad de las palabras. Ahondan en los significados sin preocuparse excesivamente por la forma. De ahí que los poemas puedan ser largos o cortos, con rimas internas o sin ellas. A veces son también pequeñas historias, en otras ocasiones da la impresión de que podrían formularse en forma de prosa.

El libro se inicia con tres citas de Joan Salvat-Papasseit, Jorge Luis Borges y Leo Ferré, casi una declaración de intenciones.

En ocasiones los versos se reiteran para repetir el mensaje (p. 13):
" A veces un sueño proletario no realizado". 

O también (p.20): 
"los viejos proletarios vienen de lejos"

En (p 104-105):
"baila, baila, baila, no dejes de bailar"

Y (p. 127):
"en un país normal capitalista"

Hay también una forma de reiteración parcial que no llega a ser una anáfora, cuando parte del verso se reitera (p.36):

"dulce bandolera hallada en el camino,
dulce bandolera ladrona de corazones,
dulce bandolera que ofrece un beso"

Un mecanismo similar funciona en algunos otros poemas como ¡Libertad! (p.70), Si queremos podemos (p. 88), Oda a Ferrer y Guardia (p. 102-103),  Ruinas de Palmira (p 116-7), etc...

Hay en el libro muchas alusiones históricas a personajes y lugares: 

.Barcelona y el mediterráneo (p13)
"romanos, godos,  árabes, judíos y francos" (p.14)
. Durruti (p.15)
.Ramón Muns (p.16) etc..

En algunos de los poemas los finales resultan de gran rotundidad.

(p.19) "Pero a pesar de ello todavía nos queda un
trozo de esperanza:
¡la vida!"

(p.42)"Y Bakunin nos recuerda: -Toda destrucción
es una pasión constructora"

(p. 58)" ¿Quién devolverá el sueño
a los caídos?"

Mención aparte merecen un par de poemas: Balada de Patricia Heras (p. 59-64) y  Balada de los indignados (p.66-68). Dos de los poemas más logrados y también dos de los poemas de una actualidad más cercana.

Muchas más cosas se podrían contar de todos estos versos pero como palabras iniciáticas a su lectura me voy a quedar con las de Borges: "Ojalá en esos versos que trazo estén esas banderas".




La vaga de la Canadenca - Jordi Martí Font - Setembre Crític - Ferran Aisa

El Diacrític

​La història de la vaga més important de la nostra història

Jordi Martí Font recomana el llibre que acaba de publicar Ferran Aisa sobre la vaga de la Canadenca que fa 100 anys va permetre aconseguir la jornada de 40 hores setmanals

«És en la síntesi de lluita i tàctica, de pensament a llarg termini i pràctica resolutiva sense dubtar massa on podem situar els factors que determinaren que una vaga petita com totes les que comencen en la perifèria esdevingués general, revolucionària i aportés una millora de les condicions de la classe obrera que es manté fins a avui»



Hi ha països que, quan parlen del seu passat, lloen reis i reines, generals o altres tipus de militars, criminals de diverses formes i maneres que, davall de corones o altres tipus de barrets, han prestat servei al manteniment d'un petit grup dirigent al capdavant de la societat, a qui s'ha ensenyat a lloar-los. Al nostre, de país, lloar reis i reines medievals era una feina per a què ens preparaven els amos de cada un dels moments passats, però lloar-nos a nosaltres mateixes és molt més modern, democràtic i, sobretot, sa.

I per lloar-nos a nosaltres mateixos, res millor que lloar les lluites i les lluitadores que ens van precedir i que van aconseguir les més grans conquestes socials de què continuem gaudint. En la societat industrial basada en el salari i en les classes, que amb el seu combat fan que la història camini, la conquesta de la jornada de les vuit hores és una fita que caldria recordar cada any, cada mes i cada minut, totes les persones que ens dediquem a vendre la nostra força de treball, ja sigui físic o intel·lectual, a canvi d'un salari i en un horari concret, o no tan concret.

Ara bé, per conèixer el nostre passat cal treure la pols de munts de romanalles antigues i passades de moda i de voltes que apuntalen i mantenen precisament la desmemòria per tal que, sense conèixer el passat, mai no ens mirem el futur amb ganes i possibilitats de canvis a fons, de canvis estructurals. És per això que la vaga de la Canadenca té tan poca literatura al seu voltant i tan pocs referents bibliogràfics accessibles. Això acaba de canviar fa només uns mesos. L'incansable historiador Ferran Aisa ha tret al carrer dos llibres, un en català i l'altre en castellà, sobre la vaga que ens va portar la jornada de vuit hores, la vaga de la Canadenca, dos llibres que són un i que cal llegir per tal de saber d'on venim i, si ens volem moure de lloc, què cal fer o què calia fer en uns moments determinats per aconseguir-ho.

Era 1919 i la lluita per les vuit hores de jornada laboral era un objectiu compartit per la majoria de la classe obrera catalana, que des de 1870 s'organitzava de forma molt majoritària en un sindicat anarquista, la CNT en aquell moment. 44 dies de vaga acabaren el 3 d'abril amb un Reial Decret en què el Govern espanyol del comte de Romanones decretava la jornada laboral de 40 hores setmanals. A finals de 1918, s’havia iniciat un conflicte entre l'empresa Canadian Bank of Comerce of Toronto (coneguda com La Canadenca) i els seus obrers del pantà de Camarassa. Era un conflicte que derivaria en una vaga que començava de forma oficial el 5 de febrer de l'any següent i que tindria molt diversos episodis que Aisa explica amb multitud de dades en aquest llibre, La vaga de la canandenca. La conquesta de les vuit hores, que ha publicat Edicions del 1984 en la seva versió catalana.

El llibre ressegueix cada un dels moments de la vaga i analitza l'entorn social i històric en què es desenvolupà la que, sense cap mena de dubte, continua essent la vaga més important de la història dels Països Catalans i que va comptar amb dirigents obrers de la talla de Simó Piera, Ángel Pestaña o, sobretot, Salvador Seguí, la figura del qual esdevingué mítica alhora que decisiva tant en el combat com en les negociacions que se'n derivaren.

És aquesta la història que cal que coneguem, és aquest el relat del passat que ens convé, és aquesta la mirada que ens pot donar eines prou potents per esdevenir resolutius i no només teòrics, pensadores i no només pràctiques. Perquè és en la síntesi de lluita i tàctica, de pensament a llarg termini i pràctica resolutiva sense dubtar massa on podem situar els factors que determinaren que una vaga petita com totes les que comencen en la perifèria esdevingués general, revolucionària i aportés una millora de les condicions de la classe obrera que es manté fins a avui, tot i que ja sabem perfectament que els amos no paren de fer mans i mànigues, i en molts casos ho acaben aconseguint, per tal que perdem tot si cada un dels drets col·lectius de què gaudim, tots ells aconseguit lluitant, tots ells aconseguits vencent.

Jordi Martí Font (El Setembre Crític)

17/6/19

Bar Terra Alta / Conxa Pérez - Javi Zapata / Ferran Aisa

DOS POEMAS DE FERRAN AISA DEL LIBRO SANT CUGAT, SUITE




CONXA PÉREZ, MILICIANA



Conxa Pérez, miliciana,

de pistola sense bales,

joventuts llibertàries,

“Aguilucha de la FAI”

de les Corts,

al Front d’Aragó.

Conxa Pérez, miliciana,

filla i germana d’anarquistes,

del Bar Los Federales

a l’Escola Reclus dels Carrasquer;

dona lliure de l’Ateneu Faros,

militant d’Arts Gràfiques de la CNT,

hoste de la presó d’Amàlia.

Conxa Pérez, miliciana

treballadora d’una fàbrica

col·lectivitzada de pinta llavis

esdevinguda de municions.

Conxa Pérez, miliciana

vençuda a la guerra

caminà cap a l’exili

fou tancada a Argelers,

quan retornà a Espanya

amb el seu fill  Ramon

ho passà malament,

però amb l’ajuda del seu

company Maurici Palau

fou venedora de bijuteria

al pati dels botons

del Mercat de Sant Antoni.

Conxa Pérez, dona del 36,

lluitadora veïnal,

militant sindical,

amiga del Raval,

ateneista,

llibertària,

solidària,

indignada

per les injustícies del món.

Conxa Pérez, miliciana,

ha fet noranta anys

i somriu a la vida

i parla de llibertat

i omple d’optimisme

el sarró de l’amistat,

i cita Durruti.

-Nosaltres tenim un món nou

al nostre cor

Ferran Aisa-Pàmpols (Barcelona-2019)




BALADA DEL BAR TERRA



Baixo amb el ferrocarril a Barcelona,

Rambla avall fins el carrer de l’Hospital,

passo pel Terra i demano una cervesa,

passo pel Terra, al cor del Raval,

i, mentre fullejo el diari amb notícies sagnants

d’atemptats a l’Irak i de baralles

a una discoteca del Poble Nou,

sona una cançó de Sabina,

i entre el diari, la cervesa i la conversa d’un company

es barreja la melangiosa melodia:

-Esta es la canción de las noches perdidas...

Passo pel Terra, carrer de l’Hospital,

i m’assec al tamboret de la barra

i em prenc, glop a glop, la cervesa

i parlo amb l’Àngel i la Rosa

dels temps passats i dels fills que es fan grans

i de la penya Clarete perquè el dissabte

juga el Barça i l’Osasuna;

l’amic Zapata em descobreix el poeta

Antonio Orihuela;

i una noia bruna

em pregunta si encara escric versos

amb un somriure li contesto que sí.

dins de mi esclata el volcà de la inspiració:

-Vet aquí ara em brolla del cor una cançó d’amor!


Ferran Aisa-Pàmpols (Barcelona, 2019) 


13/6/19

Narración - Ciencia ficción - Ferran Aisa


UN MUNDO SIN AMOR 
(Un cuento de ciencia ficción)

FERRAN AISA



Un edificio gris, achaparrado, solo treinta y cuatro plantas. Encima de la entrada principal, las palabras: “Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres”, y un escudo, la divisa del Estado Mundial: “Comunidad, Identidad, Estabilidad”.

                                                                                                          Aldous Huxley,

                                                                                                         Un mundo feliz



La sala de programaciones de la computadora central había quedado vacía, solamente Astrid permanecía en su rincón de siempre poniendo en orden las nuevas fichas; el control era severamente preciso. Control y precisión eran las principales normas de la oficina del Sistema… Por el Teleprogramador interno de la oficina comunicaron a Astrid que se personara en el despacho del Programador Principal.

-Otra vez su turno, querida Astrid.

-Sí, como en la oficina somos pocos…

Cada departamento de oficinas del Sistema guardaba un horario de seis horas diarias; por las tardes uno de los empleados se quedaba en la oficina como retén; a veces había que solucionar casos de urgencia y, naturalmente, hacía falta la experiencia de uno de los avanzados en el estudio de Control y Precisión.

-Tenga estas fichas para clasificar en la sección Beta y tráigame el expediente de -dudando miró hacia unos apuntes…- Albert Rubiroff, el profesor Rubiroff.

Astrid, buena conocedora de su oficio, revisó rápidamente entre los miles y miles de expedientes y halló en un santiamén -gracias a uno de los botoncitos del programador- el del profesor Rubiroff; intuitivamente leyó para sí la portada del dossier teleprogramado en la pantalla: “Albert Rubiroff, Berlín, 56 años, de origen judío, profesor de Historia y Civilizaciones en la Universidad Central del Nuevo Sistema de Vida…”

El Nuevo Sistema de Vida contaba solamente -si no es mucho- 251 años de existencia. La gran hecatombe del año 2.130 de la Era Cristiana marcaba el fin y el comienzo de una nueva Era donde, por fin (sueño humano perseguido y perseguido) el Hombre alcanzaba el supremo grado de Supercivilización; hombres supercivilizados, la supercivilización estaba en marcha, para lograr sus objetivos debía oponerse sobre todos y además sobre todas las cosas, normas, costumbres, tradiciones, leyes, morales y un largo etcétera que fueron la acumulación de tantos siglos de idiotez, cinismo e hipocresía. Los hombres nuevos de un mundo nuevo valiéndose de las conquistas del intelecto humano en su campo científico y psicológico, habían hallado nuevas formas para dominar y controlar todas las acciones, sentimientos, pasiones (…) del ser humano.

La cibernética y los dominios en el campo nuclear hacían posible nuevas formas de vida…, con la normalización de la informática y con los nuevos cerebros electrónicos, el nuevo hombre podía permitirse el lujo de vivir sin esforzar ni un mínimo su mente ni incluso su cuerpo. ¡Ohm sí!, en este nuevo mundo creado por el hombre, éste no tenía ni tan siquiera que esforzarse para pensar, pues los modernísimos cerebros electrónicos los hacían por él, así rezaba el slogan doctrinal del Nuevo Sistema: “La Máquina electrónica trabaja y piensa por el hombre, la dignidad del hombre es grande sin las míseras explotaciones de antaño.” ¡Oh, sí!, el hombre -tal vez- se había convertido o estaba en camino de convertirse en esclavo de las máquinas, máquinas creadas por el propio intelecto humano. A la postre el hombre se convertía en esclavo de la inteligencia del hombre y por lo tanto todo, aunque diferente, volvía a ser como antes, como siempre. Los nuevos soñadores, locos libertadores, acariciaba la ilusión -casi utópica- de liberarse de las máquinas, pero…, el stablishment oponía fuerte opresión, y los chiflados saboteadores de la felicidad eterna eran condenados a terribles castigos. ¿Es inextinguible esa raza rebelde que siglo tras siglo lucha por reivindicar unos tangibles derechos humanos?

La fría, perfecta, calculadora mujer -Astrid- entregó el dossier del profesor Rubinoff y de nuevo volvió a su quehacer entre fichas y tabulaciones. El expediente de ese rebelde del sistema descansaba sobre una caja especial hecha con fibra de vidrio, en espera de ser colocada en la máquina extractora y lectora. El expediente constaba de mil quinientas hojas o tablillas sintéticas especiales para el uso de perforadoras, extractoras, lectoras (…); con los nuevos sistemas informáticos, adelantos técnicos, para escribir o incluso leer, o mejor dicho, para descifrar cualquier escrito, era imprescindible una de esas máquinas que dormitaban en este centro de control y precisión. Las máquinas extractoras se cuidaban de seleccionar los pasajes del expediente solicitados por el programador, mientras que la máquina lectora cuidaba -naturalmente- de descifrar o leer las perforaciones. Los programadores programaban los expedientes con claves diferentes para cada uno de ellos, que solamente eran descifrables con una de esas máquinas reproductoras -nombre exacto de estas máquinas que Astrid manipulaba-. Las letras, bueno, las perforaciones clave grabadas en las hojillas sintéticas quedaban en espera -archivadas- de ser interrogadas, descifradas… ¡Oh!, el curso de la vida había girado sus más de noventa grados de latitud, en estos últimos doscientos cincuenta años del nacimiento de un nuevo mundo hecho -construido- encima de las cenizas de tantos siglos y de tantas civilizaciones…, sí, estos dos siglos y medio de nueva supercivilización habían logrado cambiar la faz de la humanidad, pero la vida… ¡Oh, humana conjetura vil de tanto supercivilizada!

El invento de Gutemberg -¡oh tiempo!- se había convertido en una más de las piezas de museo existentes -arcaicas y deformes- que habitaban en el Museo Central de Lausana. La letra impresa había desaparecido del globo terráqueo, del mundo civilizado, y solamente los arcaicos sabían descifrar aquellos jeroglíficos de la antigüedad tan cercana a la gran hecatombe que dio paso a la nueva sensibilidad supercivilizada. ¡Oh, mundo!, ¿pero, a dónde vas? (…) Nadie lo sabe.

Los únicos libros, escritos o manuscritos que aún se conservaban -por suerte humana- sin haber sido destruidos por los bárbaros de la nueva sociedad, se hallaban recluidos entre barrotes (¿tanta maldad siembran los pobres libros?); en la Universidad Central de Altos Estudios sobre Civilizaciones y Culturas Antiguas (se consideraba antigua toda cultura anterior al año anterior de las nuevas luces), miles de libros de estas épocas antiguas permanecían almacenados, cobijando en su haber polvo y olvido, pasto de ratoncillos asustadizos y cobijo de arañas juguetonas. Los libros en la sombra de cruel destierro (mas no hay que decir nunca injusto, pues estas palabras casi tópicas rimas y consuena con relativismo: lo que es bueno para unos es malo para otros y viceversa). Muy pocos, poquísimos, tenían acceso a esas amplias naves que guardaban en silencio, silencio tan sepulcral como en un cementerio, tantas y tantas viejas, antiguas, grandes, nobles, bellas sabidurías e historias de aquellos tiempos que sin ser tan malos como muchos creían, habían concluido con la siniestra hecatombe mundial. ¡Oh!... Aquellos tiempos hoy ya no eran ni tan siquiera Historia sino -tan sólo- olvido elevado a la pureza de un lavado de cerebro efectuado a la séptima potencial de una verdad.

Cuando se iniciaron los prolegómenos -con el real poder del Nuevo Sistema de Vida- del cambio radical después de la gran hecatombe que mermara las facultades de todas las grandes potencias, quedando éstas anuladas al completo, con la llegada de los nuevos señores de la guerra -guardianes del orden establecido- cuidaron con sumo detalle y delicada precisión el ocultar y silenciar toda aquella belleza creada por el propio hombre y denominada arte. Arte es un manifiesto espontáneo de los humanos; toda obra de arte pertenece a la humanidad.

Pronto los nuevos caciques extirparían con sus métodos antiartísticos toda raíz cultural y artística. Ellos se consideraban los salvadores y como a tales, el pueblo les debía acato y obediencia. Las pocas obras que habían logrado salvar el pellejo (digámoslo así) fueron confiscadas, en el Museo Central al que muy pocos tenían acceso, pero entre los que tenían libre acceso se hallaba el profesor Rubiroff. ¡Oh, la gran hecatombe del año 2.130 había sido terrorífica, devastadora!... El nuevo lema terrenal -grabado en la mente turbulenta de los nuevos paladines- sonaba a terrorífica, inquisitorial. Pobre humanidad; tras la gran hecatombe fue cruel la venganza sin motivo de los que ni vencieron ni tampoco perdieron, pero que se aprovecharon de la bellísima ocasión que el azar les brindaba -regalo maravilloso- para cambiar de una vez por todas la faz del mundo. ¡Oh, el bestial lema del Nuevo Sistema de Vida sacudía los tímpanos de los hijos del pueblo con más potencia que cien bombas de hidrógeno! ¡Oh!... “Destruid el arte, destruidlo todo…” ¡Oh!... Luego pasó el tiempo e incluso destruyeron la palabra arte. Los nuevos bárbaros de la era cibernética no se apiadaban de nada, y gritaban: “No dejéis piedra sobre piedra… Muerte a los creadores…” La teoría destructora después de la gran destrucción no podía ser más explícita que con estos nuevos lemas.

El hombre que crea es un hombre en pleno uso de razón y conciencia; sus verdades -por regla general- se oponen sistemáticamente a las consideraciones oficiales, por lo cual se convierte a los ojos del stablishment en un enemigo mordaz que siembra con sus actitudes y con sus obras rebeldía, rebeldía que minan el cerebro de las juventudes.

El artista es ídolo del pueblo, en sus mágicos espejos se miran muchos inocentes y las ideas que conciben estos impostores -virus malicioso- en una sociedad que aspira a ser modelo según los educandos -perturban la buena marcha y la buena labor de un estado educativo… Un artista que desarrolla una obra ideológica o filosófica, por ejemplo, dándola después a conocer al público, es un serio y verdadero peligro, pues con sus avanzadas o retrógradas ideas puede ayudar a cambiar las de los demás y no es lo mismo ver la vida en color rosa que verla con su verdadero color. ¡oh, color sin color!...

Las nuevas juventudes desconocedoras -por su educación establecida- de toda otra verdad, educados para una vida cibernética: limpia y feliz, lejos de las falsas libertades, lejos…, están preparadas para alcanzar la felicidad, felicidad (¿…?), sí, felicidad. ¡Ah, pero esos jóvenes son tan frágiles como el vidrio! Jóvenes fáciles de convencer, fáciles de ser perturbados en sus ideas si se les martillea con propios métodos cibernéticos constantemente el cerebro con esas ideologías repugnantes a ojos del nuevo sistema. Nadie -en la nimiedad de su soledad- podrá desbancar con sus ideas basadas en cuatro tonterías de una vieja historia hecha de ocho cuartos, el soporte de ese nuevo status quo. Por eso, nada más que por eso, hay que destruir las obras de arte y demás bobadas que hacen esos locos llamados artistas, plagiando a la Naturaleza y a sus leyes más esenciales. El creador artista debe ser regenerado y depurado en las nuevas ideologías y para tal uso se han inventado lavacerebros que actuarán en los centros de rehabilitación previstos por el estado para regenerar al individuo.

En las dos últimas centurias el hombre había realizado un profundo cambio fundamental desde la misma raíz, el triunfo del nuevo orden era casi total, pero aún quedaban por conquistar ciertos caminos siempre inseguros, mas la victoria total estaba muy cerca, muy cerca, esto, claro, en boca de los mandarines de la organización mundial…

El Nuevo Sistema de Vida no tenía una filosofía pura como tal, per sí contaba con ciertas normas especiales basadas más bien en la cibernética que en el propio ser humano; el hombre se deshumanizaba al civilizarse, mejor dicho, al tecnificarse por completo.

Si en el Nuevo Estado Mundial la informática tenía una importancia primordial, no era menos el poder y valor de los laboratorios que esparcidos por los cinco continentes formaban el primer centro de vitalidad del planeta. En los laboratorios se creaba vida, se

Rehabilitaba a los nuevos seres creándolos con la máxima perfección, del nacimiento a la defunción vivirían sin sufrir enfermedades y estabilizándose en un normal aspecto de juventud y vigor. Nadie era inservible, todos los seres eran creados con una misión especial: laborar en pro de la comunidad. Total: la vida avanzaba quemando etapas, nuevos caminos e insospechados rumbos para el ser humano, pobre ser humano siempre engañado, siempre, aunque ahora -en consuelo- apenas sabía que era engañado…

La Historia es fiel a la Verdad, sublime verdad que jamás existió, pero los miles de duendes que hacen y deshacen a su antojo el embrión histórico, se habían comido la razón histórica y humana de ser sobre todas las cosas, de sentirse en el tiempo, de fluctuar en el espacio de lo invisible, de vivir por vivir, de (…); tendidas las nuevas trampas el siempre abatido ser humano picaba una y otra vez en el mismo anzuelo.

En los verdes céspedes de la Universidad Central de Historias, Civilizaciones y Culturas Antiguas, florecía cada mañana de ese benévolo otoño la plática dulce, armoniosa, apasionada de un maravilloso Hombre, sí, Hombre sobre todas la cosas, hombre que no se contentaba en saberse hijo autómata de un mundo que no conocía de guerras, ni de odios, ni de enfermedades, ni de miserias, pero que -a pesar de tantas cosas- no conocía todavía de felicidades ni de goces supremos: el amor y el placer habían desaparecido como tales. ¡Oh, la felicidad, la suprema felicidad, la perseguida felicidad! ¡Oh, la eterna felicidad, la eterna búsqueda del hombre proyectándose a sí mismo en los demás!

El hombre no era feliz ni con guerra ni sin guerra, ni con enfermedades ni sin enfermedades, el hombre, vaya, vaya, calamidad: siempre igual e imperfecto, siempre insatisfecho, siempre… El hombre…, el hombre ni con Dios ni sin Dios lograba alcanzar el divino goce de lo eterno temporal. ¡Ah!, sí, el problema era arduo de resolver pero ni con la experiencia de cinco mil años de Historia, ni con un millón de años, ah, tantos siglos echados al saco de los desperdicios y quemados al fuego inquisitorial de los nuevos hijos del planeta por tan sólo un capricho generacional de los nuevos tiempos supercivilizados que han de durar para toda una eternidad…, la eterna papeleta de la humanidad sigue sin solución: ¡Oh!, ¿la historia de la humanidad es un caso sin solución?

Sí, quizá, ni con el principio fundamental de todas las cosas resolveríamos el difícil problemita, la vida es cruel, muy cruel. Una docena de jóvenes recién incorporados al plan universitario escuchaban deleitándose y sacando provecho de las enseñanzas de ese apasionante profesor de Historia antigua con aires de filósofo griego, hablando de mundos tan distantes en el tiempo que quién sabe si por pura casualidad habían franqueado la barrera de los tiempos allende a la gran hecatombe del año 2.130.

La cultura oculta en el silencio del baúl de los recuerdos revivía nuevamente en el espíritu de esos pocos jóvenes que fielmente seguían a su maestro. ¡0h, sí!... La historia tácticamente cubierta por el polvo del olvido resucitaba con un sello más de susurro que como realidad tangible.
Ferran Aisa-Pàmpols
 (Publicado en Ideas, n. 8 mayo-junio de 1981)