DOS
POEMAS DE FERRAN AISA EN EL 50 ANIVERSARIO
DE
MAYO DE 1968
EN
EL METRO DE PARÍS
Los
grandes bulevares se pierden de punta a punta de ese París
que
tengo en mis manos, y sin remedio en las tripas de ese gigante
baten
sus palmas los corazones resfriados.
Ríos
de acero,
canales
antidiluvianos roen las entrañas sin pisar el suelo.
A
veces se oye el arroyo de los pájaros que quizá emigraron
hacia
otros puertos. La oquedad seria de los pasajeros
remonta
los sueños hacia los mares, hacia las playas
que
murmuran tan lejos. Las máquinas perforan los túneles
subterráneos
y los obreros se tiznan de negro el pelo
y
su piel se arruga ante el paso del tiempo en el subsuelo.
Las
ratas orgullosamente corretean libremente por el vientre de París.
La
gran pasión del hombre se cumple día a día, perforar y perforar
hasta
que la sangre brote de las mismas entrañas y como cualquier mujer
pariendo dé al mundo una
nueva luz. Los mutilados de guerra,
patrióticamente, lucen sus
medallas, ¿qué importa la desmembración
de sus miembros? El gran París está en el
subsuelo,
la
gente no conoce París, sólo su metro que, como una lombriz,
se
arrastra… por l’Etoile, la Concorde, las Tuilleries, el Palais Royal,
el boulevard Saint-Michel, el
Louvre... ¡Oh, París!
Ande
perdido por tus entrañas de lobo feroz, pero de cariz romántico,
sentimental,
como los preludios de Chopin y audaz cual cantos de Maldoror.
Los
perros ladraban y los gatos ronroneaban deseosos de ser escuchados
por
los mandarines de la civilización occidental, casi como quien pide a
gritos:
-dejadnos
viajar en el metro!... Los estudiantes, por su parte, clamaban:
-Basta
de tomar el metro, tomamos el poder… -Prohibido prohibir
gritaban
las paredes de la Sorbonne...
Los burgueses y los parias
cogidos de la mano atraviesan las amplias avenidas
del pacto social. La revolución
de mayo ya queda lejos y, sin remordimientos
de conciencia, se introducen
en esas bocas traga personas que llevan
hasta el centro geométrico
de París. ¿Dónde están los revolucionarios que se batieron
en un mayo florido por la
libertad? ¿Quizá bajo tierra en el caballo de hierro
que atraviesa la ciudad? El
metro corre como una flecha de un lado al otro de París.
Norte-sur, este-oeste
transportando blancos y negros. Negros con parientes
en el Senegal, algún
pied-noir, argelinos rebeldes, marroquíes, turcos, asiáticos,
turistas y gentes de todos
los exilios... Pero si hubo una vez un mayo que ardió,
¿dónde están los espejos que
se quebraron? ¿Y que queda del sueño
de aquellos adoquines debajo de los cuales
estaba la playa?
La utopía se fuma un
canutillo de marihuana en el andén para estar a tono
con la historia... Ahora el
metro sube a la superficie y cruza el Sena por un puente.
LA SOMBRA DE ERNESTO CHE GUEVARA EN EL BARRIO LATINO
El halcón que atraviesa
París de norte a sur lleva en su pelo la llave de la ciudad
y cual paloma mensajera
agita su mensaje tal vez de amor o de rabia,
para depositarla sobre la
cruz, pero la fe se desliza por los bolsillos
agujereados de un soñador de
vuelos rasos...
¿Dónde quedó el espíritu
revolucionario engendrado en un festivo mes de mayo?
Los países latinos iban al
encuentro de la verdad con la faz, intelectual,
humana y dejada de Ernesto
Che Guevara, La sombra del guerrillero presidió
la mente estudiantil, verdad
que sí, de los días de mayo, con las barricadas
y las canciones y los
corazones de los jóvenes del sesenta y ocho.
Con las banderas rojas, con
las banderas negras.
Por las calles y las plazas de París, desde la Sorbona,
desde las fábricas,
desde la vida por la vida. Las barricadas
que cerraban la calle se
abrían al futuro...
-El Che ha muerto, ¡viva el
Che!, proclaman las paredes del barrio Latino,
y los idealistas y los
revolucionarios veían (y ven) en él al signo continuo
de la rebelión y de la
revolución de nuestros tiempos.
Por los barrios de ese París
latino las boinas guevaristas lucen en las cabezas
de los gauchistas venidos de aquí y de allá, de todos los exilios,
de
todas las derrotas, incluso García Márquez pernocta en Macondo
desde la álgida
Europa, pero pensando siempre en su América latina
y en los cien años de
soledad. Desde la azotea alguien clama:
-Atención, ¡la revolución no ha muerto!
(por cierto, se trata de un viejo anarquista español llamado Cipriano Mera).
-Hagamos
de nuestros sueños realidades, escupe una pared
del boulevard Saint Michel.
Pero mayo -poco a poco- se aleja
y su espíritu se difumina
como agua de borrajas.
Ernesto Che Guevara sólo es un póster viejo de venta
en
cualquier kiosco del Sena.
Ferran Aisa-Pàmpols (Barcelona, mayo 2018)
No hay comentarios:
Publicar un comentario