(Portada de Gsús Bonilla del libro de F. Aisa) |
LUCIÉRNAGAS EN LA NOCHE
Hace muchos años que sigo la actividad incesante de Ferran Aisa a través de sus trabajos sobre historia, biografía, ensayo y poesía. Ferran ha publicado libros fundamentales en torno a Joan Salvat-Papasseit, las vanguardias europeas o la poesía revolucionaria de la Guerra Civil; y ensayos esenciales sobre el pensamiento utópico, el movimiento obrero o la cultura anarquista en Cataluña. Todos estos temas, tan queridos para Ferran, son también querencias que nos hermanan y que compartimos en devoción, gusto y sentimiento. Pero Ferran, como decíamos, también es poeta, y de su poesía, compañera de viaje de la de tantos otros poetas radicales, es de la que aquí nos vamos a ocupar ahora, pues si bien es cierto que Ferran Aisa es un escritor consolidado y ampliamente reconocido en el ámbito catalán, es su trabajo poético el que tal vez ha tenido una difusión más escasa, y de ahí que celebremos el que la editorial Amargord tenga a bien dar a sus lectores esta Balada de los Tiempos Difíciles, donde se recoge una selección de la mejor poesía de Ferran escrita en estos últimos cuarenta años en edición bilingüe, gracias también a la ayuda y colaboración de su compañera Mei Vidal, tan entusiasta como apasionada de la obra del poeta y a la que va, justamente, dedicado este volumen.
Hay, en Balada de los Tiempos Difíciles, mucho de filosofía de barrio humilde barcelonés, de educación sentimental acunada por las canciones de la radio, por el rumor del mar y el olor del puerto y las sirenas de los barcos. Ferran escribe de su tiempo, pasea por las estrechas calles llenas de recuerdos donde se suceden putas, obreros, juegos, peleas, amores, caras conocidas que fueron barridas por el tiempo y han sido sustituidas hoy por una abigarrada mezcolanza de inmigrantes que se buscan la vida entre la miseria y la expectación de un mundo globalizado. En esas calles del Raval, Ferran trata de encontrar sus raíces personales, familiares, vivenciales, pero todo ha sido borrado; y ahora, curiosamente, él es el extraño. Su casa ha sido destruida, su calle fagocitada por una nueva rambla, nada queda allí más que sus recuerdos: la A pintada dentro de un círculo, los sueños de libertad, las banderas que alentaban la revolución… todo ha desaparecido. Apenas queda la presencia de los poetas que mecieron esos sueños: Salvat-Papasseit, Machado, Hernández, Espriu, Rimbaud, Lorca, Cavafis, Pessoa, Genís Cano… y la música de los poetas que cantaron esos sueños, Dylan, Joan Baez, Paco Ibáñez, Raimon, Serrat, La Orquesta Platería, Camaron, Leonard Cohen, The Beatles, Pete Seeger, King Crinsom, Brassens, Ferré, Janis Joplin, Pink Floid, Jefferson Airplain, The Doors... Ferran pasea por su viejo barrio y se pregunta por las candelas de la divina acracia, la columna Durruti, el paraíso perdido del corazón, la fascinación libertaria diluida como un azucarillo en agua. Los sueños rotos.
Por todo ello, Balada de los Tiempos Difíciles constituye, más allá de un libro de canciones, unas memorias que recrean el mundo del Raval, el mundo de un niño de clase trabajadora de la postguerra española que nos revive su vida en el mítico barrio barcelonés, refugio de revolucionarios del treinta y seis, memoria viva de Sabatés, Durrutis, Layret o del Noi del Sucre, ilusiones despedazadas de varias generaciones de idealistas y románticos. Con todos ellos, Ferran recompone una memoria colectiva sobre estas historias desechas, reprimidas, perdidas. Pasados unos años, ese niño se convertirá en el joven que quiera dar un nuevo aliento, en los oscuros tiempos del tardofranquismo, a las ilusiones de los vencidos. Al amor de ellos crecerá su práctica política y su poesía insumisa y rebelde, desde ella serán recordados los vencidos, para ellos serán sus flores y sus cantos, juventud que entregó su mejor primavera por la dignidad y la libertad. Sublevados que quisieron saborear la vida a cada instante, abrir la utopía en medio de la oscuridad, sembrar el sueño libertario que otros intentarán hacer germinar en los setenta a través de la contracultura y una moral libre de represiones que terminaría, finalmente, fagocitada por una sociedad consumista y autosatisfecha de su vida bajo la bota del capitalismo, la explotación, la violencia, las horas extras, la política de partidos y sindicatos mayoritarios vendidos al poder.
Cerradas la mayor parte de las expectativas sociales, Ferran Aisa buscará, a partir de los años ochenta, un lugar desde el que proseguir su camino y por el que trazar la senda de su ideal revolucionario. En esos años Ferran amplía su geografía sentimental a otros lugares que, al igual que su ciudad, irán quedando presos entre sus versos, a partes iguales animados por la historia personal y la colectiva: Roma, París, Atenas, Lisboa, Galicia, Cadaqués, Ibiza, Mahón, Granada, Alicante, Tossa, Palma, Agramunt, Formentera… poco importa el lugar, donde haya habido un hálito de rebeldía allí está la voz de Ferran invocándola, volviendo a llenar su mundo particular con comuneros, ácratas, milicianos, bohemios, vagabundos, pintores, poetas, freakes, hippies, contraculturales, puestas de sol, mística de los cuerpos, pereza, libertad, paraísos artificiales, fiesta de los sentidos y amantes que se dan la mano recordando un tiempo de cerezas.
Será entonces cuando su poesía adquiera nuevos tonos críticos, combativos, apelando al grito, a la rabia, a la lucha, a la huelga, a la destrucción de todo lo que nos destruye como seres humanos; invitándonos, con sus poemas, al juego, a construir la utopía, a acratizarnos y bakunizarnos, como única posibilidad de liberación física y mental de las cadenas del capitalismo.
Para esos años, también Barcelona ha cambiado, en su fisonomía, en su urbanismo, en sus gentes. La ciudad del Ferran adulto de los años noventa ya no es el Raval del niño Ferran, ahora la ciudad es muchas cosas: contaminación, planes urbanísticos, obras, lujo, corrupción política… La Rosa de Fuego, la ciudad de los prodigios, de las bombas, de las huelgas, la ciudad quemada, la ciudad de la cultura proletaria y las pistolas Star, de los pistoleros del Sindicato Único, de los anarcosindicalistas asesinados, del mayo del 37, de Orwell, de Ocaña, Nazario y Camilo, de las Jornadas Libertarias y las comunas urbanas, los cómics y las revistas alternativas, de la música layetana y el primer punk, la tierra de “A”, pareciera haber adquirido la consistencia de un fantasma al que Ferran se aferra, y con el que se cita en el Café de la Opera, para deambular por las Ramblas hasta el muelle donde Joan Salvat-Papasseit guardó madera y crío tuberculosis en los años veinte. Con esos viejos fantasmas Ferran vuelve a dialogar, a ellos interroga sobre la emancipación humana, sobre el conformismo y la desolación; y con ellos entrevé nuevos fogonazos, destellos de los nuevos ciclos de luchas que se van abriendo en esos años y hasta nuestros días, chispas de insurrección anticapitalista en el movimiento okupa, en el movimiento ecologista, pacifista, en el 15-M, en el nuevo sujeto social que emana de un precariado explotado, desahuciado, estafado y marginado. Con él se hace vínculo la poesía de Ferran Aisa que ve en las víctimas de la crisis del capitalismo una nueva posibilidad para construir la anarquía, el mundo de la libertad, la justicia social y la vida autogestionaria que nos debemos. Desde su poesía, Ferran nos invita a nuevos actos de valentía social, de desobediencia, a no tener miedo por lo inesperado, lo que aún no se sabe, lo que podría arder dentro del sueño libertario que hoy late en el corazón de los indignados, los solidarios, los que dicen basta, los que llenan las plazas y hablan del fin de la esclavitud, de los partidos, de los líderes, de la mercancía, de la corrupción, de la injusticia, los que reivindican la dignidad, los derechos humanos, la solidaridad, el apoyo mutuo, la democracia directa, la asamblea de los iguales, el derecho al trabajo, a la cultura, a la sanidad, a la casa, a la vida… junto esas luciérnagas nocturnas, intermitentes, descreídas, Ferran coloca su poesía que también es un hacer en ese largo camino a la Utopía. Este puñado de versos da cuenta fehaciente de ello. Que los disfrutes lector.
Antonio Orihuela,
en la vieja charca, abril de 2014
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