Me escondo tras los libros de texto
huyendo de los fantasmas de casa
que por el pasillo arrastran sus cadenas
en las frías noches de invierno.
Mi timidez huye por la ventana
con ojos enamorados, anhelando
y esperando la presencia física
de esa niña Merceditas
que me tiene atado
a uno de esos balcones de mi casa.
Los pájaros de mi cabeza burla, burlando,
juegan en la azotea:
Una, dos, tres... y cuatro vencejos
chirrían en sus nidos urbanos.
¡Ah, pobre y desangelado,
así son los sueños frustrados
de un poeta del saber humano!
Driblo con facilidad, me interno,
hago un regate con autopase y chuto...
¡Gol, gol, gol!
Esto es casi un grito atávico... ¡subversivo!
Mis doce años comulgan con el viento,
y se tornan –cual esfinge- misterio.
Desenredo los entuertos,
deshago los secretos,
me apasiono por las matemáticas
en mis tiempos antimatemáticos.
Descubro, sencillamente,
que dos más dos no son siempre cuatro,
y que los números son infinitos,
tal vez como las estrellas del universo
que contemplo desde el tejado.
Ferran Aisa-Pàmpols (Oda a las matemáticas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario